Se fijó el sábado 13 de Noviembre para que los "niños de Juan Manuel" llevaran a cabo un nuevo encuentro. El marco elegido fue nuevamente Sanlúcar de Barrameda,
ciudad gaditana a orillas del Guadalquivir que mezcla en sus calles el olor a estero y a manzanilla. Balcón a Doñana con senderos, caminos y veredas en los que
runrunea las campanillas de los bueyes y los sones de guitarra revoloteando sobre el romero y el tomillo, la brecina y el lentisco, el brezo y la enea,
adornados con la adelfa y el alhelí de mar. Sánlucar, ciudad de historia tartésica y "cortijo" particular de Alonso Pérez de Gumán como regalo por la
defensa de Tarifa contra el infante Don Juan con la ayuda de los merinies y los nazaritas por Sancho IV. Fue Guzmán "El Bueno", aunque nunca ostentó el título,
quien sentó las bases sobre las cuales se asentaría a lo largo de los siglos la Casa de Medina-Sidonia, ya que en 1282, el Rey Sabio premió los servicios
de Guzmán con la villa de Alcalá Sidonia, hoy Alcalá de los Gazules, que le cambiaría ese mismo año por el Donadío de Monteagudo (hoy cortijo en el término
municipal de Sanlúcar de Barrameda). Lo que pocos saben es que además de su gran fortuna tras casarse con María Alfonso Coronel fue entre otros muchos lugares
de Cádiz y Sevilla propietario de olivares de La Robaína en Pilas. Pilas, ¿os suena?
Todo eso es muy bonito aunque pueda sonar a cháchara, pero todo eso sin un buen anfitrión que abra puertas, que lleve al grupo de aquí para allá para hacer sentir
las esencias, rodearlo de un marco muy particular y ser capaz de hacer ver una puesta de sol a lo lejos en el mar en un atardecer de otoño, sin todo eso, no hubiera
sido especial, solo un encuentro.
Así es que cumpliendo el programa establecido y con el entusiasmo de un nuevo encuentro fueron llegando los contertulios a la explanada de Supersol a la hora fijada.
La avenida del Quinto Centenario fue poblandose de forasteros que se abrazaban unos con otros como si hicieran años que no se veían, al menos algunos de ellos
como Morales Llamas, Javier Delgado, Pérez Bénitez, nuestro Coripe, Curro......todos, frente a un lugar para jugar en McDonald.
Tras los apretones, besos e intercambios de saludos, los casi cuarenta allí presentes se enfrascaron en agradables conversaciones del pasado y de la actualidad de
cada uno. Poco a poco el grupo fue moviendose lentamente por la aceras bajo palio de las ramas de los arboles que adornaban las calles hasta llegar a la plaza de la PAZ
para cumplir con el siguiente objetivo que no era sino una visita programada al palacio de la Duquesa de Medina Sidonia y que fue maravillosamente ilustrado por
Liliane Dahlmann, Archivera y Presidenta de la Fundación.
Sería absurdo describir aquí la arquitectura del palacio, descubrir la colección de pinturas prebárrocas, hablar de su mobiliario y sus puertas de caoba, de sus
zócalos o sus lámparas, del nácar y la plata incrustada en el dormitorio del Duque, descubrir la riqueza de sus archivos con millones de documentos destacando las
cartas de otorgamiento de señoríos y ducados firmados algunos de ellos por Juan II.
Solo me gustaría destacar las palabras de Dª Luisa Isabel Alvarez de Toledo y Maura - XXI Duquesa de Medina Sidonia: "Debemos de conocer el pasado para comprender el
presente y evitar la destrucción en el futuro".
Y de que manera conocer mejor y recordar lo visto que visitando estas dos webs oficiales
Palacio de Medina Sidonia
y
Archivo .
Ilustrado un poco más e impresionado por lo visto anteriormente el grupo terminó absorto conociendo los procesos del vino y quedando atrapado por el aroma de la
manzanilla. Baco regaló sorbos para degustar la exquisitez de las manzanillas producto de la climatología peculiar de Sanlúcar de Barrameda de influencia marina y
vientos de poniente que le confieren un carácter salino y permiten mantener la flor durante todo el proceso de crianza, al contrario que el fino. El resultado final
es un vino de color más pálido, de aroma más punzante y paladar más seco. Y los vinos dulce Pedro Ximénez, de Añada o sometido a Crianza por el sistema clásico
de criaderas y soleras, destacando sus tonos de dátil, de pasas, los torrefactos con claras notas a café y cacao asegurando un alto contenido de
azucar, y por tanto de alcohol, obtenido por métodos naturales y que hacen innecesario la adición posterior de alcohol durante su proceso de producción.
No hubo de andar mucho más porque en la misma bodega la Cigarrera se llevó a cabo el almuerzo: chacinas, langostinos atrigados, pescaíto frito, solomillo al ajillo y unas papas con
chocos que hizo rechuparse los dedos al personal. Manzanilla a lo largo y ancho de las mesas para acompañar tan suculenta comida.
Momento de camaradería y de compartir charlas y bromas, recuerdos y acontecimientos del día. Risas y consignas solidarias con un Juan Manuel participativo y
a veces pensativo, pero centro y alma del encuentro.
El momento de la separación, de las despedidas y los adios llegó en el hotel Guadalquivir tras compartir unas copas y disfrutar de una puesta de sol que desde la planta onceava dejaba ver
los tejados y las azoteas pintadas de color rosaceo con un sol hundido a lo lejos en donde se juntan el cielo con el mar, esa mar que fue ruta y dió relevancia a
Sanlúcar en la exploración, colonización y evangelización de América. Y en frente el coto de Doñana que cerraba ya sus ojos esperando un nuevo amanecer.
Nota: Fotos cedidas por Javier Delgado.
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