La torre-campanario de Pilas y su carrillón
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D. Fernando Barquín y Barón despegó hacia los cielos un alto campanario en una torre de unas cualidades escultóricas únicas, en forma de estrella, independiente, a modo de atalaya sobresaliendo por encima de todos los demás edificios del seminario, una torre peculiar, con perfiles de hormigón y con una caña de ladrillos visto. Allá arriba anida la estructura tubular doble del campanil separadas con dos plataformas de hormigón, horodada, como dirían los expertos la del primer cuerpo en la parte central y laterales para encajar su estructura tubular, y a forma de caperuza o sombrero el chapitel tubular de mínima sección y cruz. Desde allá lo alto hace sonar a todos los vientos sus notas acompasadas mientras la veleta, visible desde cualquier punto de la zona, como si fuera el estandarte, señala en las alturas la dirección del viento a la vez que llevaba más lejos su armoniosa música celestial. El carillón ese instrumento de percusión, de la familia de los idiófonos, que estando bien acordadas producen ese sonido armónico. D. Fernando Barquín y Barón tuvo mucha suerte, ya que el seminarista en San Telmo Manuel Castillo era un virtuoso de la música y le compuso como anuncio del Angelus, un Avemaría, así como una oración de Laudes por la mañana y otra de completas, a la hora del descanso nocturno. Fue uno de los principales músicos españoles de la segunda mitad del siglo XX (se le clasificaba en la llamada "Generación del 51". También se le ha calificado de conservador y neoclásico porque no se adscribió a ninguna de las corrientes de vanguardia de entre los años 50 a 70), no obstante fue organista y Maestro de la Catedral de Sevilla. Tuvo una gran participación musical componiendo e interpretando al piano para la película "Alegre Juventud", un año más tarde se ordenaría sacerdote ( 16/06/63 ). Hoy día tras muchos años pasados, aún se guarda en la memoria aquellas melodías que marcaban los tiempos, y que a veces se entremezclaban con el sonido de la sirena que señalaban los comienzos y los finales de las tareas en aquella “fábrica de curitas”, como se le llamaba cariñosamente al seminario.
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