ASTA REGIA Y LA BAHÍA DE ALGECIRAS
 

Los historiadores señalan a Alcalá de los Gazules como una de las poblaciones más antiguas de la Península. Puede remontarse al Paleolítico Superior, ya que en su entorno se han encontrado dibujos prehistóricos en la llamada “Laja de los hierros”, donde pervivieron pueblos pastores del Mediterráneo. La “Laja de los hierros” es una formación rocosa natural existente en la dehesa de “Monte Bajo”, junto al río Álamo, albergando grabados rupestres de carácter esquemático que, por el parecido con los hierros de las ganaderías, han dado nombre al lugar y han originado que se le añadan otros hierros por los pastores de la zona. Contienen símbolos y figuras de muchos tipos en los que predominan los grabados prehistóricos que indican un posible uso religioso del lugar durante la Edad del Bronce.

Tiene cierta relación con las pinturas del cercano “Tajo de las Figuras, así como con otras pinturas y grabados de la península y del Mediterráneo. El “Tajo de las Figuras” es una espelunca o abrigo con pinturas rupestres existente en el término de Benalup-Casas Viejas, próximo al enlace del Celemín. Es el conjunto más importante y numerosos que se conoce, por lo que fue declarado monumento nacional en 1932. Las pinturas ocupan las paredes y el techo de una cavidad de pequeñas dimensiones y han sido realizadas en varias fases por distintos artistas. Hay diversos grupos de ciervos y cazadores que manejan arcos y gran cantidad de aves de todo tipo de especies, que parecen reflejar la importancia de la zona en el paso de aves migratorias.

Abundan también innumerables tumbas antropomorfas por distintos puntos del término de Alcalá. En el sitio llamado de “Las Porquerizas”, se han encontrado también hachas de piedra, lo que indica un asentamiento fijo protohistórico. Así se explica que el paraje donde se halla Alcalá sea rico en grutas y hallazgos prehistóricos y que desde muy antiguo fuera fortificado. Madoz lo relaciona con la antigua Regina de Plinio y Ptolomeo. Plinio alude a ella como perteneciente al convento jurídico gaditano. Por eso no es de extrañar que fuera la fortaleza romana de “Turris Regina” o “Turrecina” o “Turris Láscuta”.

Arriscado sobre las montañas de Gazula, como los montes de Ocaz (Benaocaz), de Keimena (Jimena) o de Gran Zulema (Grazalema), se encuentra la torre y ciudad de Láscuta, situada en la calzada que iba de Asta Regia a la Bahía de Algeciras. El emplazamiento reunía y sigue reuniendo las mejores condiciones, para que los viajeros romanos que iban a Carteia, Mellaria y Calpe hicieran un alto en el camino y repostaran aquí, descansaran sus caballos y recuperaran víveres. La ubicación de la “Turris Lascutana”, no podía ser más acertada, ya que era, exactamente, la mitad del camino y ahí siguen recuperando las fuerzas los automovilistas del siglo XXI que toman la moderna autopista de Jerez Los Barrios.

El nombre de Láscuta no es un invento. Es un formidable hallazgo de un irlandés, el Sr. Lazesky, que en el siglo XIX, viene a Alcalá y compra por unos reales, a unos carboneros, un viejo bronce conocido por “Bronce de Láscuta”, del que ya han hablado en otras ocasiones los coordinadores de esta página. Es, nada menos, la primera inscripción romana que se conoce de la Península Ibérica. Láscuta era la ciudad estipendiaria del “convento jurídico gaditano”, que acuñó moneda de tipo libio-fenicio. Y, sin embargo, la joya alcalaína va a parar al Museo del Louvre. La inscripción, vertida al castellano, dice así:

“El general Lucio Emilio, hijo de Lucio, decretó que, de los siervos de Hasta, aquellos que habitasen en la Torre de Láscuta sean libres, y mandó que también pudieran poseer y tener el campo y la casa que en aquel tiempo poseyesen, mientras el Senado y el Pueblo Romano lo quisieren. Hecho en los Campamentos el día XII antes de las Kalendas de Febrero (21 de enero)”.

Para los romanos, el corazón del “sur del Sur” era la Turris Lascutana, Alcalá. Nada menos que la atalaya desde donde se divisaba el paso de la vía romana de Corduba a Carteia, una amplia y diversa región entre la Bética y la costa, una ciudad en un monte elevado entre los arroyos Álamo y Fraja. Y fecundándolo todo, un río, el Barbate, cuyo nacimiento se origina en las fuentes de la sierra del Aljibe, a 920 metros de altitud. En su misma cabecera, el río da un salto vertiginoso de 600 metros en apenas diez kilómetros. A partir de aquí, desciende suavemente con un desnivel tan solo de 200 metros en el resto de su recorrido. Poco después, se une al Alberite, recorriendo amplias vegas y llegando a los terrenos de lo que fue la laguna de la Janda. Por su margen izquierda recibe los afluentes del Almodóvar, el Rocinejo y el Celemín. Y, por su derecha, el Álamo y el Fraja. Sin embargo, el nombre de Láscuta sigue en el misterio y cómo encontraron los carboneros el bronce, también.



Alcalá en el Parque Natural de Los Alcornocales

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