El Sol abrasa estos días de verano, donde la noche, acompañada de la Luna, tarda más tiempo en tragárselos y así, sofocar ésta, la ira de sus rayos. Y andamos escondidos entre las sombras de la naturaleza para que no nos vea. Echamos manos de miles de artilugios para pasar desapercibidos de la fuerza de sus rubios hilos hirientes y tratamos de evitar el hedor flatulento asfixiante que emite la caldera del universo. Entre las grietas de los peñascos emergen surtidores de vida que caen en cataratas mansas o torrenciales para discurrir serpenteando entre la naturaleza. Las arenas de distintos colores que bañan los mares y océanos, desafían a las olas furibundas que las arrastran, en esa pelea, al fondo de sus entrañas. La Luna, se hace grande y se llena de luminosidad en la oscuridad para alumbrar con la calma que le da ser intermediaria y refleja su cara de gozo y orgullo en el cristal de los ríos, de los mares y de los océanos. Todavía no hemos llegado a alcanzar la mitad del verano y nuestros cuerpos, cual manantiales de aguas saladas, empapan las prendas que nos protegen de la mirada del rescoldo de las ascuas de la furia. Y así, las manillas de los tiempos marcan el gatear entre los días y las noches de verano en donde la luz del Sol se alarga y la luminosidad de la Luna la prolonga en sus noches de bohemias, que son todas. El Sur, el Sur, el Sur, siempre el Sur. Luminoso y juguetón. Abierto y trasparente. Mezcla de culturas y tolerante. Amigo de todos y enemigo de nadie. El Sur, el Sur, el Sur, siempre el Sur. En el Sur, el flamenco en todos sus palos, el cante jondo dio un grito, lloró la petenera, la bulería fue por fiesta, el “quejío” rompió las fronteras y se hizo universal. El fino, la manzanilla, el oloroso, el palo cortao, el medio bocao o el bocaito o la tintilla, todos del Sur entre tierras albarizas con olores añejos, vientos de levante y mareas de aguas saladas del Sur, en estos días de verano donde el Sol abrasa, la Luna se hace grande y se llena de luminosidad en la oscuridad, nuestros cuerpos empapan las prendas que nos protegen, aquí, en el Sur, mezcla de culturas, amigos de todos, enemigos de nadie, el “quejío” rompió las fronteras y se hizo universal. El Sur, el Sur, el Sur, siempre el Sur, universal y eterno.
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