Estoy enganchado al programa “Pasapalabra” de lunes a viernes. No me lo pierdo. A las ocho y media de la tarde, procuro liberarme de todo compromiso para poderlo ver. Llevo varias semanas pendiente de quién conseguirá atrapar el botín en quince minutos. Acumula ya un millón y medio de euros. Pero un fallo, una falta de tiempo, el matiz de una palabra, la duda de un significado, el mal oído o desconcierto de un jugador…acaban eliminando a los contrincantes. Es ridícula la nimiedad que se interpone para no conseguirlo. Pero es un juego, la lucha de la agilidad mental y del dominio de sí mismo frente a una palabra. El juego está inspirado en un formato británico, “The Alphabet Game”. Dos concursantes ganan tiempo en varias pruebas, para utilizarlo en el rosco o probanza final. En España, el juego de “Pasapalabra” tiene el honor de haber entregado el mayor premio de televisión, más de dos millones de euros. Primero lo lanzó TVE, después Antena 3, y ahora Telecinco. Millones de televidentes están pendientes del resultado final. Las sorpresas y expresiones desconcertantes de los jugadores, ante los propios fallos, son un poema. Todo depende del dominio de sí mismo del jugador. A veces, se me viene a la mente el juego que supone nuestra propia vida. Jugamos y luchamos para conseguir bienes, ganar títulos, alcanzar favores, reunir comodidades, adquirir caprichos, obtener una clase social…Otros ni siquiera lo intentan. Se encolerizan, se enganchan a vicios, dilapidan el dinero, fracasan en sus intentos y se vienen abajo ante los fracasos. Últimamente, se ha descuidado bastante la conquista por excelencia: la de la propia voluntad y el dominio de sí mismo. Se confía más en el pelotazo de la suerte que en el propio trabajo bien hecho. Si acertáramos a conseguir esa conquista de sí mismo, nada sería imposible. Donde pusiéramos nuestra intención, alcanzaríamos la realización de nuestros ideales; donde dirigiéramos la voluntad, conseguiríamos el prodigio; donde pusieras la fe en ti mismo, alcanzarías el objetivo propuesto. No es el juego del “Pasapalabra”, ni la adquisición de los euros los que asegurarían la vida, ni los ideales fantasiosos de un palacio en Escocia. Es la formación de nuestra propia personalidad la que nos hace felices. Bueno, os dejo, me voy porque va a comenzar el “Pasapalabra”. No quiero perdérmelo. Espero que, esta vez, uno de los dos se lleve el millón y medio de euros. Ojalá que lo consigan con preparación y dominio de sí mismo. 13/02/2012
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