El jueves pasado, estuve a ver a mi hermana, enferma de Altheimer desde hace quince años. Voy a verla con cierta frecuencia. Cuando entro en la residencia donde está internada, tengo la sensación de entrar en un mundo más allá de las cosas. Hay enfermos y enfermas de edades distintas, de diversos grados y fases, de manifestaciones estentóreas, de silencios profundos, de miradas perdidas. Viven en otro mundo más allá del nuestro. Ya no les interesa lo que les rodea, ni los nombres, ni las palabras, ni las crisis, ni las comidas, ni la televisión; nada. No puedo hablar con ella y me limito a observarla. Antes levantaba la vista hacia mí con curiosidad; la dejaba fijamente clavada en un punto; quería mover los labios pero no decía nada; se sonreía sin motivo. Ahora, ninguna cosa le llama la atención. Y pienso que las cosas se nos han dado para que entremos en ellas y las vivamos. Pero en el mundo del Alhzeimer no es así. Las personas se han salido de las cosas y se han ido más allá, donde nosotros no llegamos. Hay dos vínculos, sin embargo, que permanecen, el amor y el dolor. El amor nos trae recuerdos de cuando ella llenaba de alegría la casa, la vida de su marido y la de sus hijos. Y el dolor nos sigue llevando a donde está ahora cargada de limitaciones y, tal vez, libre de sufrimientos. Estoy seguro que los de la Eutanasia ya se la hubieran llevado al mundo de las tinieblas y de la oscuridad. Pero nosotros preferimos tenerla ahí, iluminándonos y suscitándonos amor. Es como una atalaya desde la que podemos asomarnos al infinito, o un mirador desde donde nos ponemos en contacto con Dios. Como si quisiera decirnos: “Vosotros estáis ahí enfrascados en las cosas, entretenidos con las cosas, indignados por las cosas. Cuando somos mayores y buscamos la síntesis de todo lo que hemos vivido, nos damos cuenta de haber hecho un mundo de vanidades, que no sacia la sed de algo más, de una vida distinta y de lo diferente. Un libro de la Biblia canta así la liberación de las cosas: “La luz es dulce, y agrada a los ojos ver el sol. Y si el hombre vive muchos años, goce él de todos ellos, y acuérdese de que los días de tinieblas serán numerosos; todo lo que sucede es vanidad.” (Eclesiastés). Ojalá aprendamos a contemplarlas y descubramos el más allá de las cosas. Juan Leiva
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