D. José Marín Cruz
Llegué a Pilas con 23 años, a los tres meses de la Ordenación Sacerdotal. Mi integré en un grupo de compañeros sacerdotes que me acogieron fraternalmente, a cuya cabeza estaba D. Ignacio, que me fue a buscar a Cañada del Rosal cuando llevaba destinado allí veinte días; compañeros que tanto me ayudaron en mi rodaje ministerial.
Mi natural era de gran timidez; casi no me atrevía a opinar en las reuniones, mucho menos a contradecir a unos compañeros con experiencia de lo que se traía entre manos. Juan Leiva me definía aplicándome esta frase: ¡Cómo en el mundo! (lo que seguiría se entendía: me iba a oponer). La timidez es una enfermedad que, como dijo alguien de la juventud, se cura con el tiempo; aunque os puedo asegurar que no del todo.
Estuve once años aquí; creo que me entregué en cuerpo y alma; os quise mucho, a mi modo, a compañeros y alumnos, disfruté mucho con la convivencia, la liturgia, la música, los teatros, los paseos y campamentos, y por supuesto con el futbol; también con la piscina, aunque soy de secano. Mantengo un gratísimo recuerdo como los mejores años de vida sacerdotal. Doy gracias a Dios. |
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