Querido Juan Manuel:
Como ves parece que sigo siendo el delegado de
curso después de tantos años. Para mí es un orgullo poder dirigirte estas palabras.
Empezaré con unos versos de Gabriel Celaya.
Educar es lo mismo que poner motor a una barca...
hay que medir, pesar, equilibrar...
... y poner todo en marcha.
Para eso, uno tiene que llevar en el alma
un poco de marino...
un
poco de pirata...
un poco de poeta...
y un kilo y medio de paciencia concentrada.
Pero es consolador soñar mientras uno trabaja
que ese barco, ese niño irá muy lejos por el agua.
Soñar que ese navío llevará nuestra carga de palabras,
hacia puertos distantes, hacia islas lejanas.
Soñar
que cuando un día esté
durmiendo nuestra propia barca,
en
barcos nuevos,
seguirá
nuestra bandera enarbolada.
Y aquí nos
tienes reunidos, aquellos navíos que tú un día pusiste en marcha para
agradecerte todo lo que hiciste por nosotros.
Todavía
recuerdo el día en que llegué a Pilas en septiembre de
65. Era la primera vez que me alejaba de mi familia. No debía estar mi ánimo en
aquellos momentos muy eufórico, pero bajando la escalera de la capilla sentí una
mano en mi hombro, una mano amiga y esa mano amiga fue mi apoyo, nuestro apoyo,
durante los años que siguieron y en todas las situaciones y momentos por
complicados que fueran.
Pienso que
fuimos unos privilegiados en nuestra época. Pero el mayor privilegio fue que tú
te cruzaras en nuestro camino, porque llegó a nuestras vidas un joven marino,
un poco pirata, un poco poeta, lleno de
vitalidad, ilusión, con kilos de paciencia concentrada y entregado en cuerpo y
alma a un grupo de adolescentes para pulirlos, equilibrarlos y ponerlos en
marcha.
Un
privilegio fue la formación que recibimos. Supiste inculcarnos uno valores muy
definidos y enfocados hacia los demás con el Evangelio como estandarte. Todos,
desde nuestro puesto de trabajo queremos ser una bandera enarbolada de todo lo
que tú nos trasmitiste.
Un
privilegio fue poder tener a nuestro lado una persona con la que podíamos
contar en todo momento y que en los momentos difíciles, lo digo por
experiencia, no nos fallaba. Tu entrega te llevó a visitar a tus niños en el
verano y hacerte cientos de kilómetros en tu lambretta, y D. Francisco de
paquete.
Mi paso
por la secundaria me ha hecho recordarte muchas veces por vivir situaciones
similares a las que tú debiste vivir con nosotros. Yo sólo estaba con mis
alumnos unas horas, pero tú estabas con nosotros todo el día. Si en nuestro
disco duro abrimos archivos antiguos, han pasado 38 años, brotan muchos recuerdos de aquella etapa de
nuestras vidas que nos llenan de satisfacción y nos hacen comprender muchos
comportamientos de adolescentes que pasan por la misma etapa que nosotros
pasamos, aunque no se puedan comparar, porque teníamos un faro que nos guiaba y
nos iluminaba el camino a seguir.
¿Cuando
algunos aficionados al tenis rompieron los cajones de una mesa para hacerse
raquetas?
¿O
cuando tiramos al médico de Pilas bajando la escalera?
¿Y
de la pobre oveja que murió tras la persecución de los aficionados al pastoreo?
¿Y
el entierro de la cría de la oveja con el consiguiente enfado de algún tutor y
sus tutorados?
Todo ello
tendría consecuencias para ti. Me imagino que tus compañeros te echarían la
bronca, pero tú a nosotros nunca nos lo demostrabas. Lo sufrías y te lo
quedabas en tu interior.
Pero
claro, no todo eran fechorías, pues todos los aquí presentes también recordamos
tantas vivencias positivas y maravillosas junto a ti.
¿Quién no
recuerda?. El campamento de Villanueva del Río y Minas.
¿Y el de Cazalla de "la Sierra" la Sierra.
¿Os acordáis que nos quitaron la comida cuando visitamos el castillo de
Constantina?
Cuando con el Dos Caballos nos llevaste a varios a "La Feria"
La Feria de Sevilla. Yo la veía por primera vez.
El viaje de estudios visitando Aranjuez, Toledo, Madrid, Burgos, San Sebastián,
Lourdes, Andorra,......
Y
cuando nos fuimos andando desde Matalascañas hasta Sanlúcar. ¡Qué puestas de
sol!¡Qué playas!¡Qué miedo cruzar el Guadalquivir en la barca! Se sentó Monge
en el centro y todos le decíamos: tú ni te muevas.
Sólo tenemos palabras para decirte muchas
gracias.
Me vas a
permitir que termine parafraseando a Mario Benedetti:
Me
gusta la gente persistente que no desfallece cuando de alcanzar objetivos e
ideas se trata.
Me
gusta la gente justa con su gente y consigo misma, pero que no pierde de vista
que somos humanos y nos podemos equivocar.
Con
gente como ésa, me comprometo a lo que sea, ya que con haber tenido esa gente a
mi lado me doy por bien retribuido.
Gracias
de todo corazón - Gabriel Siles Pérez