EL ENLUCIDO
No hay nada como el estar recostado sobre la cama para fijarte en esos desvelos en el techo de tu casa, miras de aquí para allá como si le dieras un barrido tipo
láser de un lado al otro sin dejar de ver el más mínimo de los desperfectos.
Por allí se ve una mancha oscura indicio de la condensación o de una posible filtración en el tejado que requiere ya atención, no basta un brochazo de pintura, las
juntas de los ángulos decorativos de escayola están necesitando un repasito, y si son los tapajuntas de los armarios y puertas están pidiendo a gritos un lijado y una
manita de impregnación y de lacado.
Pero en esos desvelos se dice a uno mismo por lo bajini ¡ estás tú para restauraciones ¡
Alguien me dijo un día que Sebastián era un manitas en esto de las recuperaciones de estados puros, que con mucho arte y mucha paciencia era capaz de dar brillo y
mostrar colores resplandecientes dejando techos, artesonados y esos alfarjes preciosos que muestran las maderas labradas y entrelazadas artísticamente, relucientes
como el oro y con un colorido vivo original, y a punto estuve con eso de los trapicheos e intercambios de servicios pedirle me echara una manita.
Recordé que en Mayo del año pasado colgué el artículo “A Beces” que recopilaba noticias relacionadas en ABC sobre alguno de los compañeros “pileños” y localicé que
Sebastián Fernández Aguilera
aparecía precisamente con la presentación de la primera revista sobre el Alcázar el 27 de Mayo del 2000 con un presupuesto que no llegaba a los dos millones, que
posibilitaba una tirada de dos mil ejemplares, y que el Patronato presentaba, los resultados, con profusión de hallazgos, de las excavaciones arqueológicas, pinturas
murales y figurando nuestro Sebastián Fernández Aguilera en la restauración de la
cúpula del Salón de Embajadores dándose por concluidas las obras de restauración,
recuperando toda su nobleza, el 6 de Julio del 2000.
Con este recuerdo se me ha ido al traste mis planes de “remodelación”, porque nuestro compañero Sebastián no es uno de esos profesionales del “gotelec” que se te
presenta en tu casa con la furgoneta llena de pinturas y las escaleras y andamios a cuestas, no.
Buscando por las redes se queda un perplejo al descubrir que el silencio de su humildad esconde a un licenciado en Geografía e Historia por la UNED y a un restaurador
de bienes culturales, que llegó hasta «Archivo Hispalense» a instancias de su director de tesis y de otros profesores sevillanos, quienes le recomendaron presentarse
con el trabajo que ha ganado el premio en la sección de Arte. En «Portaventaneros mudéjares en el Real Alcázar de Sevilla» estudia las intervenciones en restauración
y conservación de las carpinterías del palacio mudéjar del rey don Pedro, y sus conocimientos aplicado al trabajo que realiza, ha tenido sonoros éxitos dentro de su
campo.
Se han ido al traste como digo mis planes, pero por otro lado aunque siga sobreviviendo con las incipientes manchas del techo, con los adornos de escayolas y los
marcos pidiendo auxilio me quedo muy satisfecho, más, cuando descubro que el pasado dia 27 de Diciembre ha recibido el premio “Archivo Hispalense” a una monografía sobre los
aspectos mudéjares del Real Alcázar, un análisis de los Portaventaneros mudéjares en el Real Alcázar de Sevilla, en la sección de Arte.
Y este no es un premio del tres al cuarto sino un premio que
se creó hace ya 66 años para fomentar la investigación sobre Sevilla y su provincia, siendo desde
entonces muchos los estudios que han profundizado en las distintas áreas que abarca: Historia, Literatura, Arte y Ciencias Sociales, y que posteriormente se han
difundido mediante publicaciones que se integran en el índice de su catálogo editorial. Los trabajos serán publicados dentro de las colecciones del Servicio de
Archivo y Publicaciones de la Diputación de Sevilla. Las bases recogieron premios monetarios para los accésit en los cuatro ámbitos para las que se pueden presentar
los trabajos: Historia, Literatura, Arte y Ciencias Sociales.
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