CUIDARSE PARA CUIDAR
Somos muchas las personas que en estos momentos estamos cuidando de un familiar cercano que no puede valerse por sí mismo, y tiene el Mal de Alzheimer. En algunos casos esta circunstancia es breve y temporal y en otros la necesidad de cuidado se prolonga durante años. Cuidar de una persona que no puede hacerlo sola, todos sabemos que es una tarea difícil, cansada y muy agotadora. Por eso hay que prepararse, hay que; entrenarse; física y emocionalmente, para que esto no afecte a nuestra salud. A veces pensamos que podemos, y debemos, asumir en solitario todo lo que implica el cuidado de la persona enferma del Mal de Alzheimer que es dependiente: alimentación, aseo, movilidad, entretenimiento…y esto nos lleva a tener que renunciar a nuestra propia vida, a nuestras relaciones sociales y a veces hasta a nuestro trabajo, aparte de nuestra vida familiar… En esta enfermedad el enfermo necesita supervisión (en un primer momento) y posteriormente va necesitando ayuda las 24 horas del día. La enfermedad de Alzheimer es como un ladrón de memoria que, en pocos años, sume al paciente en una tremenda oscuridad y le va privando progresivamente de todas sus capacidades mentales. En primer lugar, la enfermedad le roba la memoria del día a día; a continuación, va minando su capacidad de razonar, conocer, hablar y actuar, hasta que acaba por arrebatarle las capacidades más básicas del ser humano. Esta enfermedad castiga al enfermo y a las personas que le rodean, y por este motivo es aún más difícil de entender y afrontar, es como una enfermedad en grupo, en la que una persona la padece y el resto la sufren. Lo más complicado es manejar los problemas de conducta en los enfermos de Alzheimer. Los pacientes necesitan, desde el principio, supervisión constante. La situación, a medida que avanza la enfermedad, varía mucho de unos pacientes a otros. Muchas veces, los pacientes de Alzheimer son difíciles de controlar por la agitación, porque se desorientan o porque se vuelven más irritables y agresivos, llegando incluso a protagonizar enfrentamientos con el cuidador. Influye mucho el estado de ánimo del cuidador, como en cualquier otro caso de enfermedad grave o degenerativa. Cuando hay un apoyo familiar importante, los pacientes están más tranquilos. También influye el carácter de base, pero, en general, los pacientes que tienen un buen apoyo familiar, al llegar a la consulta, son más manejables. El paciente nota si el cuidador está tranquilo o está nervioso. El Alzheimer se asocia a los mayores, pero también hay casos de personas de menos edad. El porcentaje de enfermos de Alzheimer con menos de 60 años es bajo, entre el 1% y el 5%. A medida que aumenta la edad, más frecuente es la aparición de la enfermedad. La incidencia es muy variable de unos países a otros. En España, las cifras más altas son de un 14%. Es fundamental para las familias que se den cuenta de que es un problema que afecta a mucha gente y que cada vez es más frecuente y que busquen apoyos. Es importante que estén en contacto con otras familias que deban afrontar la misma situación. También deben buscar apoyo social, ya sea a través de los centros o de personas que ayuden en las casas, para repartir la carga. Es también fundamental tener paciencia. Es algo complicado, pero, enfadarse con el paciente, crea mal ambiente y no sirve para nada. Hay que afrontarlo con la mayor paciencia y con el mayor optimismo posible, porque, tanto el cuidador como el paciente de la enfermedad, se sentirán mejor. Sin embargo, hay que intentar convencernos y convencer a las personas de nuestro entorno familiar, de que esta tarea es una responsabilidad que hay que compartir. Para cuidar a otra persona en las mejores condiciones, tenemos y debemos cuidar también de nosotros y nosotras: cuidarse para cuidar
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