¡Noticia: hoy es el día del libro!. Si damos un paseo por las calles podremos ver tenderetes improvisados delante de las librerías, con tres o cuatro montones de libros y con un cartel donde con letras rojas se anuncia una rebaja del 10%. ¡Pues ni por ésas se detiene la gente!. Salvo uno o dos curiosos que ojean, puede que por aburrimiento, el personal pasa de largo, mirando de reojo no sea que esos elementos extraños les vayan a dar un mordisco en la pantorrilla. Esa mercancía que se ofrece a los viandantes es algo raro, desconocido por una multitud acostumbrada a leer en la pantalla de la tele. Sobre todo las telenovelas, los programas de debate del mundillo de la salsa rosa, ese del trampolín desde el que se lanza el famoso y deja vacía la piscina, ese otro programa (es un decir) donde las insignes plumas del periodismo rosáceo cuentan las ultimas andanzas de la Esteban, de la Duquesa y la bronca entre la Baronesa y su hijo. Esas son las noticias realmente interesantes. Las otras, las que analizan problemas, en las que hay auténticos debates, las que denuncian situaciones injustas, etc., dan muchos quebraderos de cabeza y nos hacen hasta pensar. Mejor ver las primeras que son más divertidas.
Supone mucho menos esfuerzo absorber las ideas ya preconcebidas, fabricadas y masticadas. Aunque sean pestilentes, retorcidas, interesadas y poco claras. La información auténtica, la que supone un esfuerzo para la mente, no se cotiza en la actualidad; nuestra sociedad va a lo fácil, a lo prefabricado hasta en la cultura. No hay espacio, o cada vez va quedando menos, para la creatividad y el desarrollo de las ideas personales. ¡Qué le vamos a hacer, a lo mejor es el sino de los tiempos!. La uniformidad se impone en todo: en el vestir, en los peinados, en la moda de la comida basura y al parecer, también está tomando posiciones en el mundo de la cultura y del pensamiento. Ante este panorama, ¿cómo pretenden los escritores vender libros?. ¿Cómo se puede ser tan osado de querer que la gente haga el esfuerzo de leer y encima cosas que no hacen reír?. Se entiende el enquistamiento de la cultura lectora en España, pese de ser uno de los países que más libros edita, quizás el que más. Lo que pasa es que eso de ser tan gran editor como país tiene un truco: la lengua española es de las más habladas en el mundo. Es curioso que, incluso con grandes descuentos, no compramos libros para leerlos. ¡Que nadie pretenda que se compren libros para regalar!. Tienes que estar muy seguro de los gustos del destinatario para atreverte a regalar un libro. Lo que ocurre es que cuando alguien que disfruta con la lectura, recibe el presente de un objeto compuesto de hojas llenas de letras y encuadernadas y unas pastas que las envuelven, entiende que quien le hace la ofrenda no sólo lo conoce muy bien sino que también le tiene un gran cariño. Me viene a la memoria mi primer libro: me lo compró mi tía en la Imprenta Bautista, en Isla Cristina, cuando contaba tan sólo 7 años. Era un libro de aventuras con dibujos multicolores y unas pastas duras: La vuelta al mundo en 80 días, de Julio Verne. Por cierto que también me compró un tebeo. Y es que en aquellos años éramos muchos los niños que teníamos el vicio de leer. Porque regalar un tesoro no puede ser más que una muestra de cariño. Por eso yo prefiero un libro como regalo. Lo de la rosa como complemento del regalo no acabo de verlo, lo dejo para otras (supuestas) culturas que no tengan el perfil de inteligencia de lo andaluz. |