Nada más fácil que jugar con el trabajo. O mejor dicho, jugar a ofrecer empleo sobre todo cuando el desierto laboral es la norma.

Es lo que está haciendo ese archimillonario usaco (USA). Se ha dado cuenta que en España estamos muy necesitados de trabajo, de que son muchos los españoles que no llegan a fin de mes, que hay mucho “mercado” donde elegir y además cualificado y que puede multiplicar por diez o doce o veinte su “inversión”. Y lo peor del caso es que además sabe que está jugando con la dignidad de muchas personas desesperadas que llevan años sin trabajo estable, trabajando en negro, a salto de mata, malviviendo del subsidio del paro o del paro comunitario, o comiendo en casa de los padres gracias a la pensión de jubilación. Hay muchos a los que no les queda más remedio que recurrir a los comedores sociales. En tanto otros son absueltos de haber recibido trajes regalados de 20.000 euros o cobran pensiones, sin haber trabajado nunca, de más de 8.000 euros mensuales.

Es fácil jugar a ofrecer empleo en un desierto donde florece el timo del empleo subvencionado con dinero público para que se depositen las ganancias en las manos privadas que, además de no exponer absolutamente nada, cuando les interesa se llevan la planta a otro “mercado” más barato.

Cuando se escucha la oferta del empresario de juego americano que pretende abrir una sucursal europea de las Vegas, a muchos se nos pone la carne de gallina. Más aún cuando se pretende implantar el invento en Madrid o Cataluña. Y es que no se elige casualmente la ubicación: tanto la Sra. Esperanza Aguirre como el Sr. Arturo Más se han mostrado siempre como máximos defensores de la libertad de mercado. A ellos no les preocupa para nada las consecuencias que se pueden derivar para las clases populares la implantación de un ghetto del juego, una ciudad copiada del modelo americano donde lo único que existe es la producción de dinero por medio del hábito del juego o lo que es lo mismo, el engaño legal al incauto. Y encima nos sale el muchacho exigiendo “libertad total” del mercado laboral, además de que las subvenciones sean sustanciosas. Seguro que tanto la Sra. Aguirre como el Sr. Más están apremiando a sus colaboradores para ofrecer suelo barato y ventajas fiscales al usaco. Por cierto, ¿habrá pedido el Sr. Arenas una sucursal?

Desgraciadamente los españoles hemos sufrido la adicción y sus consecuencias al juego. Y no es tan limpia la “industria” que ofrece el multimillonario americano. A los 18.000 millones de euros de supuesta inversión, habrá que sumar los miles de traficantes de cocaína, los miles de proxenetas que acudirán con su mercancía humana como moscas a la miel de los fajos de billetes, los miles de mafiosos prestamistas, los cobradores de corbata y puño americano, los miles de extorsionadores, etc. Hay demasiada escoria en el modelo que nos intenta vender este sujeto multimillonario para que nos lo traguemos sin que se nos revuelva el estómago.

Pero es que si además la oferta fuera de algún sector productivo, y no meramente pestilente como es el caso, estaríamos igualmente con las orejas tiesas. Han sido muchos ejemplos de empresas americanas que vinieron a nuestro país, que abrieron factorías, contrataron a miles de trabajadores, cobraron miles de millones en subvenciones públicas (y es que este era el principal objetivo) y cuando les vino mejor se fueron al abrigo de otros mercados donde la mano de obra era más barata. Hubo casos, la inmensa mayoría, que la actividad era muy productiva. Y si no que se lo pregunten a los de Delphi en Puerto Real que después de años están aún exigiendo a la Junta la "recolocación" como prometieron tras el cerrojazo, trabajadores de Gillette en Alcalá de Guadaira o a los de Ford (Visteon - Cádiz Electrónica) en el Puerto de Santa María que sobre sus cabezas pende siempre una espada de Damocles con la leyenda de "cierre". De hecho éstos últimos han estado no hace mucho en los telediarios ante el inminente despido de 400 trabajadores. Estamos ya un tanto mosqueados con el timo de la estampita del puesto de trabajo.

No hay nada más mezquino que jugar con el pan de una familia, nada más canalla que jugar con el derecho al trabajo de las personas. Pero, una vez más, el capital, como fuerza económica, demuestra que no sólo no tiene escrúpulos, sino que su interés es tan sólo acumular riqueza aunque sea a costa de la dignidad de las personas.

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