Actualidad - José Campanario - "Azúcar amargo"
Fabricar el azúcar no es nada sencillo. Requiere, aparte de un procedimiento bastante complejo, el trabajo de personas muy especializadas. Y ahora, una azucarera no es más que un edificio, más o menos grande, con una tecnología punta, donde trabajan veinte o treinta personas.
Hace algunos años, cuarenta y dos para ser más exactos, me tocó vivir la experiencia de conocer de primera mano la fabricación del azúcar. A mis quince años recién cumplidos, tuve la ocasión de comenzar a trabajar como personal de campaña en la Azucarera de La Rinconada, donde nací y vivía. Mis comienzos como pinche de oficina, fueron seguidos otras campañas por mi paso por los laboratorios para finalizar con mi trabajo en los molinos. Trabajo duro este de los molinos, en unas condiciones peligrosas, con un calor sofocante y unos responsables del funcionamiento del llamado cuerpo de fábrica, que eran auténticos perros de presa. Por cierto que algunos de estos vigilantes, luego se retrataron como personas políticamente progresistas. Y es que el cinismo no tiene límites. Mis recuerdos, aún muy presentes, me transportan a jornadas de 12 horas, de 9 de la mañana a 9 de la noche y de 9 de la noche a 9 de la mañana, en turnos que cambiaban cada 15 días, y el trabajo complementario para redondear las 8 horas extraordinarias que eran las que de verdad subían la nómina a final de mes. Era una campaña de dos meses realmente agotadores, pero que suponían un buen dinero para las maltrechas arcas familiares. Gracias a ese dinero, se podía aliviar bastante el invierno. Por supuesto que nada de paro ni ayuda familiar. Todavía por aquellos tiempos eso no se estilaba para los temporeros.
Tuve ocasión de conocer bastante a fondo tanto el funcionamiento como la estructura de la fábrica. Y pude comprobar las barbaridades, los abusos y el poco valor que se daba a las personas que allí trabajaban, lo que me llevó a encabezar una protesta, que no me costó el puesto gracias a las gestiones del entonces cura párroco de San José, que por cierto no me reprochó para nada mi actitud, y es que creo que en el fondo estaba de acuerdo. Nada de mejorar las condiciones de trabajo. Había sitios, varios, donde la temperatura subía en muchas ocasiones hasta los 50 grados o más, lo que llevaba a la pérdida del conocimiento a diario de alguien, sacarlo a la ventana y cuando se pasaba el vahído, vuelta al trabajo. Nada de botiquín ni de baja laboral, ¡faltaría más!. ¿Y qué decir de los líquidos utilizados en el proceso?. El agua de haber hervido la remolacha para sacar el azúcar de las fibras, salía a casi 100 grados, las quemaduras eran casi a diario. Solución: pomada en el botiquín, venda y a seguir trabajando. Si algún trabajo había realmente duro era el del llamado almacén de azúcar. Allí los obreros se esforzaban en colocar los sacos de 60 Kg. en pilas, creo recordar, de hasta 20 sacos, con una altura que superaba los 5 metros. Y la máquina utilizada era la espalda humana, eso sí, protegida con una lona sujeta a la cabeza por una capucha. Ni que decir que todos ellos han acabado con la columna hecha cisco. Muchos no han conseguido cobrar la jubilación.
Había un sitio por el que yo trataba no pasar: las calderas. En ellas estuvo mi padre trabajando durante más de 25 años y como consecuencia de ello murió a los 62 de silicosis, después de 8 largos y penosos años de enfermedad. La misma suerte corrió el resto de personal que trabajaba allí, ya que el combustible utilizado para producir energía para la planta era el carbón mineral. Ni que decir que las mascarillas para las vías respiratorias no sólo no existían, es que ni se planteó nunca la empresa su adquisición. Este era el valor que tenían los trabajadores para los accionistas. Para que luego diga algún que otro señorito catalán, que haberlos haylos ya que este especimen no es patrimonio exclusivo de nuestra tierra, que los andaluces no sabemos lo que es trabajar. Por cierto, que la sede central de la compañía azucarera estaba domiciliada en Barcelona y los accionistas eran catalanes. ¡Sin comentarios.! ¡Y mira que es blanco el azúcar!.
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