Actualidad - José Campanario - "La segunda revolución"
El paso del tiempo nos dá la auténtica dimensión de las cosas. Aunque a veces, si se mira con una lente tintada, nos dá la impresión de que las cosas son como queremos que sean y no como son en realidad. Hace unos días reflexionando sobre años pasados en Pilas, en nuestro querido Colegio-Seminario Menor de Pilas, caí en que tenemos una deuda pendiente con algunos de los hombres que se esforzaron, y mucho, por conseguir lo que hoy somos los que estuvimos desde el año 1964 al 1970-73 por aquellos lares: hombres-personas. Y me explico: creo, al menos esa es la conciencia que tengo después de haber transcurrido 40 años, que el objetivo principal de Juan Manuel Núñez Contreras, de José Antonio Santero Santurino, de José Ramón Yurrita, de Carlos Martín, de Manuel Fernández Villasante, de Servando Rodríguez, etc., (la segunda generación de formadores) no era otra que conseguir que fuéramos conscientes de los cambios sociales que se nos avecinaban, que supiéramos encararlos con honradez, y que fuéramos consecuentes con nuestras ideas. Eran años de dureza política por los coletazos de la dictadura y nosotros, la mayoría, éramos niños en edad de comenzar a pensar, a darnos cuenta de que pertenecíamos a una clase social y que no debíamos desclasarnos: teníamos que ser consecuentes con nuestros orígenes sociales, con nuestra esencia de trabajadores como nuestros padres. El acontecimiento que rompió todos los esquemas político-sociales españoles de los años 60 vino marcado por el Mayo francés. Todos recordamos las noticias que nos llegaron, las que nos fueron dando en conversaciones informales, lo que se filtró, muy poco, en los medios de comunicación (sobre todo en el Correo de Andalucía por entonces propiedad de la Iglesia de Sevilla), y de lo que algunos de nuestros familiares, por entonces emigrantes en Alemania, Francia, Holanda,etc, nos vinieron contando cuando llegaron en verano de vacaciones. Se dieron grandes cambios en nuestro Seminario: se comenzaron a impartir dos bachilleres superiores: de letras y de ciencias, algo realmente impensable en los esquemas de la época. Los cursillos espirituales al uso, no eran tales, sino algo muy sui generi: escuelas de formación social en las que se debatía sobre ideologías políticas totalmente dispares: desde el comunismo al capitalismo, pasando por la economía de mercado, la teología de la liberación y otros temas. Por entonces comenzamos a leer a Machado (D. Antonio), a Miguel Hernández, a Lorca, Unamuno, Neruda, Valle Inclán en las editoriales de bolsillo que nos costaban 15 ó 20 pesetas. Para algunos, entre los que me incluyo, fue todo un descubrimiento leer las nanas de la cebolla, el tren de los heridos, el romance a la guardia civil española, el autoretrato de Machado, etc. Vivimos, a nivel interno, la materialización de la conciencia, aún a niveles muy inocentes, hicimos la huelga de las radios, la manifestación para exigir más horario de televisión, proclamamos el día mundial del babi, hicimos el entierro del borrego, etc. Pero había algo que realmente llamaba la atención de todos los que nos conocían en nuestros pueblos: no vestíamos de sotana y no nos obligaban a ir a misa ni a rezar el rosario. Era, lo recuerdo perfectamente, algo que entre los amigos de mi pueblo causaba asombro: ¡ en el seminario y nos vas a misa !. Evidentemente lo que menos preocupaba a nuestros formadores, los de la segunda revolución del Seminario de Pilas, era el asunto formal de la religión. Para ellos era mucho más importante que fuéramos antes hombres cabales, honrados y consecuentes que ir a misa o rezar un rosario; eso podría venir después, o nó, era lo de menos. Preferían conseguir que fuéramos antes personas que creyentes, porque también hay grandes personas que no son creyentes. Recuerdo cómo se nos sacaba de la urna de cristal, del aislamiento que hasta entonces había caracterizado a los seminarios: salíamos de viajes, hacíamos marchas, salíamos a Pilas, a Villamanrique, etc. La idea es que fuéramos conscientes de que existía un mundo que necesitaba personas comprometidas para cambiar muchas cosas. Por ello, desde mi modesta opinión, creo que estos formadores de la segunda revolución del Seminario, ese Colegio-Seminario Menor de Pilas, se merecen nuestro homenaje. Para todos ellos, PERSONIFICANDO EN TODOS, el agradecimiento expresado en un abrazo.
Desde aquí y recordando todo lo que viví el pasado día 10 quiero también citar un nombre omitido estando allí presente, el de JUAN MANUEL NUÑEZ CONTRERAS, mi formador, mi tutor, mi amigo, reconocido para mí como el número uno, y no hace falta que nadie me lo diga. |