Actualidad - José Campanario - "El reloj parado"
Es realmente fácil realizar un ataque demoledor cuando las estructuras de una organización están desfasadas, fuera de la realidad, manipulada por unos pocos y con unas ideas retrogradas más parecidas a lo que se estilaba hace 200 años que a la actualidad. Eso en parte, en mucha parte, es lo que le está pasando a la Iglesia Católica en la actualidad, mejor dicho a la jerarquía de la Iglesia católica. Y seguro que estás líneas van a levantar alguna que otra ampolla, pero que nadie vea en ellas un ataque irracional y sin sentido. Se pretende ser imparcial; distinto es conseguirlo. No obstante, la tribuna está abierta al debate y todos podemos opinar desde estas páginas. Seguro que todos llevamos parte de razón: a lo mejor entre todos conseguimos ver, aunque sea de forma lejana, un horizonte más entonado de color, y no la línea gris que ahora distinguimos. Cuando se revisan mentalmente las imágenes de las Jornadas Mundiales de la Juventud, organizadas por la Iglesia, no podemos quedarnos indiferentes. Y son varias las cuestiones que se nos vienen a la mente: La ausencia de debates, la falta de alternativas, la falta de comunión entre base y jerarquía, etc. En definitiva una convivencia real y auténtica de los jóvenes. Pero es mejor ir analizando poco a poco, ya que lo contrario nos llevaría a difuminar el contenido y no conseguir ninguna conclusión. Todos conocemos la estructura piramidal de la Iglesia católica, y en general de casi todas las religiones, o por lo menos de las tres grandes religiones (católica, islámica y judía). La gran base de la pirámide no tiene decisión ni posibilidad de influencia sobre las capas superiores. Es más la capa superior depende total y exclusivamente de la voluntad del vértice piramidal ya que tanto su nombramiento como el funcionamiento, dependen directamente de las decisiones papales. Hecha esta observación, que todos comprendemos, serán más entendibles las cuestiones que planteamos. Destaca sobre todo la falta de diálogo. No se han abierto foros de discusión en este encuentro de la juventud. Si es un encuentro de la juventud, en buena lógica, es la juventud la que tiene que discutir, analizar, ver las alternativas y aportar soluciones a los problemas que se le plantean a la propia juventud. Nada más lejos de la realidad. No se ha abierto ningún foro de discusión, no se han establecido los cauces adecuados para que los jóvenes se estrujen la sesera. Para cualquier persona con un mínimo sentido crítico, resulta realmente escandaloso que lo único que se ofrece son grandes baños de masa, donde se leen discursos faltos de rigor, de análisis, fuera de la realidad por las soluciones que se aportan y confeccionados por la jerarquía católica, es decir, por personas que no pisan el mundo diario de la juventud. Esta falta de escucha a los jóvenes, a largo plazo, puede desembocar en lo que, en mucha medida se está dando, que la propia juventud dé la espalda a la Iglesia por considerar que no es algo vivo, con sentido real que merezca la pena vivir desde dentro, aún a costa de mucho esfuerzo. Se nota la fractura entre la juventud y la jerarquía. A pesar de las aclamaciones mas emotivas y coloristas que otra cosa. Se nota demasiado la falta de diálogo, las ganas de escuchar a los jóvenes que seguro pueden aportar cosas, posiblemente muchas, para mejorar no sólo las estructuras sino la propia dinámica de todo el entramado de la Iglesia Católica. Es posible, al menos así puede parecer desde fuera, que no se quiera mejorar ni cambiar nada de las estructuras. Es posible que exista miedo a que se vaya de las manos el invento. Los cimientos son tan fijos, están tan anclados, que no hay posibilidad de cambiar el edificio. O puede ser que, por motivos interesados, mejor no pensar que sean de orden económico, no se quiere cambiar nada para que todo sea nuevo. En otro orden de cosas, y visualizando las imágenes de este Encuentro de la Juventud, podíamos ver un espectáculo lamentable: la jerarquía en el escenario, oropeles a todo trapo, y los jóvenes, se supone que protagonistas de la obra, sentados en el suelo. Se nota demasiado la distancia, la separación entre ambas categorías. El máximo de bochorno se dió cuando tuvieron que ser regados por los bomberos para sofocar el calor reinante en la pradera. Ver cómo los jóvenes eran refrescados por un caño de agua en tanto que los jerarcas lucían sus mejores galas en formas de casullas, mitras y ropajes de tonos rojizos, es algo que causa bochorno a cualquier persona mínimamente crítica. Pero cuando se llega al máximo es con la lectura por parte del Papa de un escrito anodino, falto de contenido y sin sentido alguno. Y lamentable la reacción por parte de una juventud aborregada: el asentimiento y la aclamación llegan a su máxima cota. Era lo más parecido a la descripción que el Libro del Éxodo hace de la idolatría, cuando (Libro del éxodo 32, 15 ss.) baja Moisés portando los Diez Mandamientos, se encuentra el espectáculo de adoración del becerro de oro (dicho sea sin segundas intenciones). Se aclama y se adora tan sólo una imagen, algo irreal y desconectado de la realidad social actual. En definitiva: nada que ver con la realidad de la juventud. La guinda que corona el pastel es puesta por Kiko Argüello y los seguidores del Camino Neocatecumenal, "protegidos" de Monseñor Rouco Varela (el auténtico artífice de la apoteosis de la idolatría desarrollada en las Jornadas Mundiales de la Juventud), al día siguiente de la marcha pontifical, en jornada de tarde, se escenifica el espectáculo en Cibeles: 5.000 jóvenes se ofrecen para sacerdotes y 3.200 chicas para ser monjas. Sencillamente lamentable. Urge la apertura de un foro de jóvenes de discusión. Un foro auténticamente libre, sin cortapisas ni ataduras. Y sin prisas. Seguro que los jóvenes nos sorprenden con un montón de ideas, de soluciones a los problemas actuales, de alternativas reales y de dinamización de la vida de la Iglesia Católica. Y a partir de ahí |