Ayer y hoy (2011) - "Una opinión particular sobre el Movimiento 15M""
Esto es algo que se veía venir. Y es fácil decirlo ahora, cuando ha estallado la burbuja en la que nos habíamos instalado cómodamente la mayoría de los ciudadanos de este país. En nuestras conversaciones familiares, hace varios meses que lo comentábamos, sobre todo a raíz de las movilizaciones en los países árabes cercanos: Argel, Egipto, Marruecos, Libia,
donde a fin de cuentas, lo que se pretendía era, nada más y nada menos, que una auténtica revolución social: cambiar totalmente las estructuras sociales del mundo árabe.
Y por fin estalló en España. A nadie que tuviera información mínimamente fiable, le ha cogido por sorpresa. Lo que nos ha cogido en paños menores es la solución al problema que se plantea. Porque aquí, que nadie lo olvide, se está planteando un cambio total de nuestra sociedad, se quiere cambiar una sociedad injusta, devoradora de personas y de recursos por otra más justa, más equitativa y más respetuosa con las personas. Se quieren cambiar las costumbres de esa minoría acaparadora de riquezas y detentadora de un poder oligárquico, aunque formalmente democrático.
El 15 M no es ni más ni menos que una crítica brutal al sistema en el que vivimos y donde se desenvuelven como pez en el agua, los mejores manipuladores de la voluntad popular que cada cuatro años se expresa, supuestamente, en las urnas. Los que conozcan el sistema de los diferentes partidos políticos coincidirán que no son elegidos libremente nuestros representantes. Se eligen entre los que nos dice una minoría que está dentro del sistema de cada partido y son las únicas alternativas que nos dejan a los ciudadanos: o lo tomas o lo dejas, pero éste es el que puedes elegir. No se entiende por qué no se contempla un sistema de listas abiertas en nuestra legislación electoral, al menos para las administraciones más cercanas: los ayuntamientos. Los ciudadanos tenemos derecho a elegir a los que consideremos más capacitados, más honrados, mas limpios, más transparentes
y no elegir la lista menos mala.
Una de las raíces del problema es el alejamiento de la clase política. Nuestros políticos nos hacen planteamientos sectarios: nos quieren hacer una reforma laboral que ni ellos mismos saben qué les queda por reformar (estamos en derechos laborales anteriores a 1983), se hacen unas reformas fiscales que tan sólo benefician a las clases más altas (se bajan los impuestos a las grandes empresas no a las pequeñas, se quita el cheque bebé, se quitan los 400 euros prometidos de rebaja en el IRPF, se baja la cobertura del paro a personas necesitadas, etc.), se presta apoyo financiero a la banca (no confundir con trabajadores de la banca), se hace dejación del control que sobre el dinero corresponde constitucionalmente a nuestros gobernantes, se permite que la banca (insisto en que no los trabajadores de los bancos) ahogue a los hipotecados (no se puede poner en peligro el sistema financiero, ZP dixit), se sube la edad de jubilación para desesperación de los jóvenes que aspiran a su primer puesto de trabajo, se congelan las pensiones (muchos de nuestros mayores no llegan a los 500 euros mensuales), etc. Y de las ingerencias exteriores, mejor ni hablar. Y pensar que la alternativa cambiará las cosas nos llevará a un callejón sin salida: es más de lo mismo con diferente color (según Mariano a lo mejor la solución es trabajar más y ganar menos, claro que tan solo para los currantes, ¿o también se refería a la clase política?).
Todo esto lleva a la desesperación de amplios sectores sociales, a no ver luz al final del túnel, a que la supuesta crisis (hay mucha tela que cortar sobre si es verdadera o es que los mercados quieren seguir explotando la gallina de los huevos de oro) no acaba de tener alternativas viables por parte de quién o quienes deben darlas. Nuestros jóvenes enquistados en el paro, no ven salidas profesionales ni económicas, los mil euristas (ahora 600 euristas o menos), nuestros pensionistas, los que tienen la suerte de tener contratos basura, etc. se desesperan ante las mil y una machacadas que sufren a diario. A algunos que tenemos el privilegio de tener un puesto y un sueldo relativamente estables se nos revuelven las tripas cuando vemos algunas cosas.
Y, por parte de la clase política, se sigue haciendo política de tierra quemada: no surgen alternativas a los líderes políticos. Y tiene su explicación: estamos inmersos en una dictadura de mediocres. Cuando surge algún joven que realmente tenga valor, el alcalde de turno, el diputado, senador, etc. trata de quitarlo de en medio: su sillón corre peligro. Los que están instalados en la poltrona no quieren perder sus privilegios y las dádivas del sistema. De ahí la política de tierra quemada: ninguneo a los jóvenes valores emergentes, maniobras de hostigamiento, aislamientos políticos, compra de voluntades, rumores que nadie sabe de donde surgen, etc. Estas maniobras seguro que han sido sufridas por más de uno. Y una de dos: o se acaba la competencia o el desprestigio acaba con el novato. Con lo cual, objetivo conseguido.
Pero volviendo al 15 M en sí. ¿Qué se pretende con esta movida?. No vamos a especificar sus pretensiones sobradamente conocidas ya que están en todas las redes sociales. Lo que se pretende es una auténtica revolución social: acabar con los privilegios de políticos, banqueros y todopoderosos. Es una auténtica revolución, y más si lo que se pretende es conseguirlo de la forma que se está haciendo: de forma pacífica y respetuosa con la persona, para con el ser humano, a los que se está dando el auténtico valor que corresponde: somos los dueños de nuestro propio destino, nadie es quién para decirnos lo que tenemos que hacer. Jóvenes, jubilados, amas de casa, parados, empleados, estudiantes coinciden en lo mismo: los protagonistas del cambio social tenemos que ser nosotros mismos. Y esto por una razón básica, queremos una sociedad basada en el respeto a la persona con todo lo que ello implica: uso de los bienes de producción, uso adecuado del dinero, respeto del medio ambiente, auténtica educación, derechos sociales de verdad, etc. Un etcétera tan largo como tu quieras.