2012 - Encuentro en Estepa (Sensaciones)
A la tercera dicen que es la vencida. En mi caso tras los fallidos encuentros en Sanlúcar y Moguer, Estepa ha sido la tercera y definitiva vez para por fin, y tras
vencer las circunstancias, poder asistir al encuentro.
Como ya he comentado en el artículo de introducción fue, el Peugeot de Siles, el que nos hizo las veces de "alfombra mágica" venciendo el vendaval de agua que nos pilló por el camino. Desde Victoria Kent en Málaga hasta Estepa, a pesar de las incidencias del tiempo como cito que nos asustó en ciertos momentos, el viaje se hizo corto y ameno. Sería seguramente por las ganas que tenía de encontrarme con los antiguos compañeros, y todavía amigos, en el área de servicio de "El Polvorón". No puedo omitir decir que desde allí ya nos acompañó en nuestra visita ese olor a almendras tostada, un olor dulce que iba con nosotros de un lado a otro impregnando el aire. ¿A quién le interesará mis sensaciones?, quizás a nadie, pero las sensaciones en el momento del encuentro y durante toda la convivencia no eran de extrañeza o distancia esperando un gesto por parte de alguien. Los gestos surgían inesperados, un abrazo, un apretón de manos y en pocos casos momentos de silencio mientras la mente urgaba rápidamente por los recuerdos para adivinar un gesto un detalle, un silencio esperando oír una voz para identificarla antes de preguntar ¿tú quién eres?. Así me encontré a ese hombre sonriente y expectante que ya me identificó al oír hablarle a la persona que tenía al lado, y que a su pregunta de ¿sabes quién es este? no fui capaz de identificarlo por mucho esfuerzo que hice, que fue tras oírle hablar cuando le di un abrazo de esos espontáneos que le sale a uno de dentro. Antonio Díaz Muñoz no era del grupo de los pequeños al que yo pertenecía, y por lo rabo de lagartija que yo era tampoco tenía, dentro del contexto colegio, afinidad alguna con él ni con sus más allegados, por otro lado al no haber asistido a ningún encuentro tampoco lo tenía identificado en fotos. Solo existió algunas llamadas telefónicas que intercambiamos, por tanto era solo la voz lo que nos podía identificar. Dicho esto y tal vez porque los dos éramos primerizos con las orejas tiesas y los ojos bien abiertos para ver y oír todo, estábamos más receptivos que el resto y nos intercambiábamos gestos de aprobación y de beneplácito, sobre todo cuando veíamos que ese "resto" de los allí presentes acogían con los brazos abiertos a cuanto nos vamos integrando en estos encuentros. Intercambié palabras con todos, me sentí a gusto con todos, consideré a todos amigos de siempre a pesar de tantos años sin estar en contacto, y eso me ocurre de forma continua, y me surge un "mi amigo" Juan Rey, Joaquín Fuentes, Timoteo, Manfredi, Martínez Cana y otros muchos que omito para no alargar esto más, y que cuando los cito y a pesar de solo haber mantenido unas charlas, algunas discordantes, o intercambiado unos correos electrónicos, es algo que aunque se dice inexplicable realmente tiene una explicación, y es que nos une años de convivencia, de compartir momentos buenos y malos que nos han hermanado. Pero es Antonio quien atrae ahora mi atención, un Antonio sin tapujos y sin peros que le acompañara en todo aquél día que se encontró con su sitio esperándole y del que tomó posesión por derecho propio. Me gustó verlo con desparpajo, cuando conociéndolo de entonces seria impensable imaginarlo en pie enarbolando la copa a modo de pendón triunfante para hacer un brindis antes de empezar a comer, y no a los postres tras la copita con el café. NO, Antonio se entregó ya en la visita a la fábrica de polvorones sintiéndose integrado como uno más en el grupo. El brindis lo delató porque reconoció haberse perdido los anteriores encuentros, se emocionó en ciertos momentos cuando se sintió querido y aceptado sin haber firmado ningún papel con requisitos ni compromisos. Creo que Antonio si no es por fuerza mayor será uno de los asiduos y ya habrá marcado en algún calendario la fecha para el próximo año en El Puerto. Mis sensaciones son que somos un único grupo a la vez que dispar en conceptos de la vida misma que nos haría discrepar pero aceptar, y que es un orgullo, una satisfacción pertenecer a él y tener tantos y buenos amigos. Y de eso yo se un rato. |