No podría garantizar que los usuarios del comedor social, en esos momentos de espera hasta que abren las puertas del comedor a las doce y media, recen algún que otro Padre Nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino….., no lo puedo garantizar, porque más de uno ya habrá rezado esperando una respuesta a sus plegarias y agotado velas y esperanzas, siendo desoído y abandonado. Lo que sí podría asegurar es que en esos momentos de espera más de uno, hablando consigo mismo, para sus adentros al menos habrá pensado en la labor del “padre” Paco, el cocinero, no el otro. Tal vez a modo de rezo, de agradecimiento, o simplemente de reconocimiento a la labor realizada el subconsciente haya elevado a los cielos una plegaria, un rezo, un “Padre Paco que estás entre los perolos de la cocina del comedor social, bendito sea tu nombre, venga a nosotros el menú de cada día, hágase tu voluntad en la cocina, dentro como fuera……. El pan nuestro de cada día que no nos falte, perdónanos en nuestros comentarios, así como nosotros perdonamos a los que nos dan coba con promesas y mentiras, y no nos dejes caer en la tentación, la que sea, más líbranos de la necesidad, amén. |
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Todo esto podría ser normal justificándose porque hay un sueldo, un sueldo paga una labor por un periodo de tiempo diario, pero cómo se hace frente al trabajo, con qué espíritu, eso depende de la condición del “padre” Paco, al cariño que le pone a uno de sus guisos no tiene nada que ver con el que le pone a las personas que pasan por allí, siempre tiene tiempo de dejar de menear el guiso para dar un abrazo acompañado de palabras de apoyo y de ánimos a quienes se acercan a saludarlo, mientras David “su acólito” se hace cargo del cotarro.
A veces le puede la presión, las necesidades que oye una y otra vez y que no puede resolver porque no tiene una varita mágica, le producen cierta alteración, y sin perder los estribos, alza su voz a lo más elevado imprimiendo cierta celeridad a los allí presentes, desde los voluntarios que agilizan un poco más el picar de las cebollas y el de las patatas, hasta los que están preparando en el mostrador los “taper” para aquellos que no pueden venir a recoger su comida. Y es que aunque reconoce que es lo que hay hoy en nuestro alrededor, la injustica y la impotencia le pierde. Pero Paco en su estado habitual es un hombre tranquilo que a primerísimas horas de la mañana ya tiene puestas al fuego las ollas y cacerolas gigantes calentando agua al fuego, añadiendo los ingredientes, removiendo, y como hoy, y no es la primera vez, echando para engañar algunos pollos que han salido de su bolsillo para darle gustillo. Paco no es el todopoderoso que premia a los buenos y castiga a los malos, dando y quitando, porque para él todos son iguales, todos están con problemas que él pretende se queden colgados en la puerta para conseguir dentro un ambiente de serenidad y de olvido por un rato, aunque eso, él sabe que es muy difícil. Solo le tengo que pedir que cuando coja el garrafón de veinticinco para echar el aceite al guiso no se evada por un momento y tenga medida, que no piense en que le metería a alguno allí la cabeza para despabilarle las ideas y dejarlo como a un pollo sin plumones, y el guiso, eso sí, que lleve lo justo de aceite, y sus avíos, sus papas, su zanahoria, la carne o el pescado, y cariño, mucho cariño, el de Paco, el del “PADRE” PACO, el chef de cocina del comedor social, el amigo de los circunstancialmente pobres. |