En tus lados dos grandes orejeras que te recorren de arriba abajo a modo de salvavidas escalonado,
vía de escape por si se terciera un estropicio y que no consideró Barquín porque en aquellos años la normativa no lo exigía.
Tus suelos ya no son de grandes lozas de hormigón grisáceo, no, son de blanco y negro, de luz y sombras,
de vida y muerte que se muestran como una gran tablero de ajedrez que te permite moverte como un peón, como una torre o un alfil, como un rey que no recibe jaque ni mate
porque ese tablero no tiene bordes marcados.
Mesas y sillas debidamente ubicadas para aprovechar las luces de las ventanas que han habilitado en
tus costados, bancos de la iglesia que ahora son utilizados para relax y espera del huesped más tardón. Silencio roto de vez en cuando por el sonido del teléfono que
se oye en recepción, del sonido de un teclado que inicia una reserva.
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En tus escaleras no hay murmullos ni sones de pasos acompasados tras el sonido de una sirena,
no hay golpear de una pelota de baloncesto que machaconamente es tirada en cada uno de los escalones en los preámbulos de un recreo, ni sones de tacos de botas de
fútbol ansiosos por corretear en uno de esos campos y golpear un balón, dar un punterazo preciso si fuera necesario para marcar ese penalti que decante un resultado.
Pasillos alumbrado que son tus arterias y que sobre alfombra te llevan de aquí para allá evitando un
taconeo largo y machacón que moleste al que descansa. Puertas cerradas pintadas de blanco que ya no son de estudio ni aisla a un recogimiento.
Pabellón colgante, has cambiado en tu interior manteniendo intacta tus fachadas, emparejando ventanas
con aparatos de aire acondicionado, sin tener una toalla o unos calcetines secándose al sol flameando como una bandera.
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Pabellón colgante, que sigues erguido, eras el mejor de todos, el más deseado,
el más compartido, eras en tus bajos refugio de coros y juegos, y aunque te lo calles, aunque no lo digas acogiste con tu sombra a Bueno Monreal y a
Franco con todo su séquito aquél 3 de Junio de 1961, de gala, con fajín.....y con aires festivo, tras cruce de discursos que acabó con un .... "que
de la unión de la Iglesia y del Estado, de la colaboración en sus respectivas funciones, solo bienes pueden depararse para la sociedad, para la
Iglesia y para el mundo". Tras los aplausos de rigor no pudieron irse sin la sensación de estar al fresquito en tus entrañas, pisar lo que más tarde
sería nuestro salón de juegos al aire libre.
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La paz sin salir de Pilas
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© "Los niños de Juan Manuel" - Junio 2009"