MANUEL CRUZ VÉLEZ( 2011 )





No hace mucho escribía ¡ Oh pabellón colgante ! que te construyeron como un edificio soportado por dieciocho gruesos pilares a modo de un gigantesco “palafito” y que para llegar a ti recuerdo se hacía hasta la puerta a modo de un puente colgante. Contaba que eras en tus bajos refugio de coros y juegos, y no estabas construido sobre aguas tranquilas, lagunas y lagos, no, sino sobre suelo firme marcado por esas grandes lozas de hormigón en cada columna que dejaban ver grandes juntas de dilatación y que nos servían para marcar un campito, para levantar una red de tenis imaginaria, levantar lo que a cada uno se nos ocurriera para jugar en tu sombra. Eras mirador privilegiado hasta los límites del huerto y mucho más allá.

Seguía narrando que hoy tus columnas están tapadas, cerradas y conteniendo una recepción de un hotel, no se de cuantas estrellas, que ha tapiado nuestros juegos, nuestros sueños y nuestras esperanzas de entonces.......pero que tu seguías ahí, erguido, señorial, majestuoso.


Hoy tus bajos están ocupado, tabicados, y abierto al exterior con tenderete a modo de palio indicando tu nombre, "Lantana". Un hostal complejo residencial que ahora se de dos estrellas que en su silencio abriga recuerdos, correrías y un sin fin de juegos.

En tus lados dos grandes orejeras que te recorren de arriba abajo a modo de salvavidas escalonado, vía de escape por si se terciera un estropicio y que no consideró Barquín porque en aquellos años la normativa no lo exigía.

Tus suelos ya no son de grandes lozas de hormigón grisáceo, no, son de blanco y negro, de luz y sombras, de vida y muerte que se muestran como una gran tablero de ajedrez que te permite moverte como un peón, como una torre o un alfil, como un rey que no recibe jaque ni mate porque ese tablero no tiene bordes marcados.

Mesas y sillas debidamente ubicadas para aprovechar las luces de las ventanas que han habilitado en tus costados, bancos de la iglesia que ahora son utilizados para relax y espera del huesped más tardón. Silencio roto de vez en cuando por el sonido del teléfono que se oye en recepción, del sonido de un teclado que inicia una reserva.


En tus escaleras no hay murmullos ni sones de pasos acompasados tras el sonido de una sirena, no hay golpear de una pelota de baloncesto que machaconamente es tirada en cada uno de los escalones en los preámbulos de un recreo, ni sones de tacos de botas de fútbol ansiosos por corretear en uno de esos campos y golpear un balón, dar un punterazo preciso si fuera necesario para marcar ese penalti que decante un resultado.

Pasillos alumbrado que son tus arterias y que sobre alfombra te llevan de aquí para allá evitando un taconeo largo y machacón que moleste al que descansa. Puertas cerradas pintadas de blanco que ya no son de estudio ni aisla a un recogimiento.

Pabellón colgante, has cambiado en tu interior manteniendo intacta tus fachadas, emparejando ventanas con aparatos de aire acondicionado, sin tener una toalla o unos calcetines secándose al sol flameando como una bandera.

Pabellón colgante, que sigues erguido, eras el mejor de todos, el más deseado, el más compartido, eras en tus bajos refugio de coros y juegos, y aunque te lo calles, aunque no lo digas acogiste con tu sombra a Bueno Monreal y a Franco con todo su séquito aquél 3 de Junio de 1961, de gala, con fajín.....y con aires festivo, tras cruce de discursos que acabó con un .... "que de la unión de la Iglesia y del Estado, de la colaboración en sus respectivas funciones, solo bienes pueden depararse para la sociedad, para la Iglesia y para el mundo". Tras los aplausos de rigor no pudieron irse sin la sensación de estar al fresquito en tus entrañas, pisar lo que más tarde sería nuestro salón de juegos al aire libre.



La paz sin salir de Pilas



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© "Los niños de Juan Manuel" - Junio 2009"