Día tras día se hace una semana, varias semanas completa un mes, doce meses es un año. Año tras
año es uno a uno los peldaños de la vida, una vida que tuvo un inicio exacto y que tendrá un fin indeterminado, quien sabe si predestinado.
Para algunos la Semana Santa dura solo eso, una semana. Semana de procesiones y de iglesias, de pasos y de tronos, de visitas a capillas y cofradías, de rezos y lágrimas, de ruegos y de sentimientos a flor de piel, de penitencia y de porqués silenciados. Para otros el sufrimiento la penitencia la resurrección es una y otra vez durante todo el año, pocos domingos de ramos y de júbilo y muchos jueves y viernes de dolores y penalidades soñando y rogando que al fin llegue un domingo de resurrección, que llegue la gloria y deje atrás las penurias los desvelos y los desconsuelos. El mundo está lleno de cristos que sin ser azotados ni puestos en una cruz, ni siquiera coronados, son reyes de las injusticias de la vida, amos de las calles con cartones por lechos, con techo las estrellas o un cajero en el que te refugias del frio y duermes con un ojo abierto por si viene alguien, vestido de "romano" y con esplendorosas túnicas, a pegarte fuego, por gracia o para salvarte de esta dura vida que te ha tocado llevar, dándote un sitio en un lugar mejor haciéndose pasar por un Herodes I El Grande en su matanza de los inocentes decidiendo si dar o quitar una vida, mientras otros "pilatos" se lavan las manos o miran a lo lejos para no ver y tener cargos de conciencias. La vida esta llena de costaleros y cargadores llevando encima una cruz simbólica, inexistente pero pesada que soportar y que aunque te hunda tienes que levantar sin un "cirineo" que te eche una mano. Solo en tu camino a pesar de la muchedumbre, un camino que tras muchas tribulaciones te llevaran al descando eterno tras ser explotado, vilipendiado y humillado. Tal vez tengas la suerte de que un José de Arimatea, como si de una póliza de defunción se tratara, y con la ayuda de un Nicodemo cualquiera, te ofreciera un sepulcro que tapara con una lápida de marmól en vez de una gran piedra, y que grabara tu nombre y un recuerdo de tu paso por este Gólgota, para algunos el lugar de la calavera, con un "por aquí pasó un hombre sin pena ni gloria que lucho en muchas batallas y no ganó nunca a la guerra de la vida, muriendo a pesar de todo mirando hacia arriba, de rodillas, pero con una sonrisa en la boca". Principio y fín, vida y muerte, esperanza y oscuridad, triunfos y fracasos, penas y glorias, risas y lágrima, y por amor, dejar una cruz vacía, dejar un recuerdo, un silencio, un llanto. Cruz símbolo de tus pecados, de tus errores, de tu existencia de lanzadas y vinagre, sin un cartel que diga "inri" sino con un signo de interrogación, preguntando porque te han abandonado, pero complaciente porque todo ha sido su voluntad, no la tuya, y al fin te llega el descanso dejando como "marias de magdalenas" tristezas y llantos. |