ALEA JACTA EST


Si no hubiera sido por D. Salvador Petit Caro, seguro que nunca hubiese sabido el porqué de esa frase. Me viene a la cabeza aquél cura limpiando las declinaciones de la pizarra con aquél borrador de guata gris reforzado de madera por una cara, mientras por su retaguardia se oía al chistoso de turno dejando oír el puta-putae-putam de la primera o cualquier otra declinación, momento que, como un zepelín, surcaba por los aires y sobre cabezas que se agachaban hasta debajo del pupitre, aquél borrador que siempre encontraba el objetivo, y que tras un ¡ ay ¡ de uno y risas de otros, el cura que tenía su gracia y una cartera grande de cuero negro como para meter 20 bocadillos para una excursión larga, exclamaba con una sonrisa ¡ Ay ¡ …. Lo que sufrimos las madres....., y que decíamos todos a modo de coro y con las carcajadas consiguientes del personal, excepto del que recibió el “borradorazo”, claro está, que aparte del leñazo tenía que limpiarse del blanco de la tiza.


“Alea Jacta Est”, frase que se dice que, según Suetonio, pronunció Julio César al pasar el río Rubicón cuando se le metió entre cejas volver a Roma con su ejército rebelado contra la autoridad del Senado, e iniciando una guerra civil contra Pompeyo y los Optimates dejando los acontecimientos a la suerte. Muchas veces hemos interpretado el papel de Julio César teniendo que sortear algún que otro “rio Rubicón” por circunstancias de la vida con la mayor de las inquietudes e incertidumbres, echando los dados, dejándo a la suerte el intento de conquista de una vida mejor en un lugar diferente, más decente y con más aspiraciones que el simple sobrevivir.

Las idas son cautelosas a la vez que llenas de esperanza y de grandes expectativas, son inciertas a la vez que cargada, no solo de todos tus bártulos, sino de buenos deseos de triunfo y enormes ganas de empezar de nuevo. Vas a un sitio que crees con posibilidades, bonito pero distinto, y en donde hay que estar aún llenos de muchos peros y de momentos de dudas. Son batallas a los porqués, intentonas de mejoras, sonrisas a luces que se ven en la lejanía pero aún del todo no claras, recuerdos de dónde vienes, añoranza y valoraciones.

Pasan los días pasan las horas y la vida es un mantenerse aquí igual que allí, la situación no es buena en ningún sitio, y para estar aquí así porqué no estar allí, en tu casa. Se marca fecha, los bártulos lo saben y como locos de contentos ellos solos se reagrupan y se meten animosos en cajas, en maletas, pasan lista para que no quede nadie fuera y en silencio pero dejando oír un leve jolgorio quedan en compás de espera hasta la hora de la vuelta.

Una vuelta que para nada es dolorosa, al contrario, se vuelve con las pilas recargadas, con más bagaje y sobre todo sabedor de a dónde vas y que te espera porque vuelves a tu casa. Aunque dicen que el andaluz, el gaditano en especial nace en dónde le da la gana, porque no importa en dónde se nace sino lo que uno siente, ser andaluz en Andalucía es otro cantar, ya lo decía Blas Infante en el himno “sea por Andalucía libre España y la humanidad”.


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© "Los niños de Juan Manuel" - Junio 2009"